La última foto es de la última vez que nos vimos, o quizás no, la exactitud ya no importa.
Me llamaste con la mano.
"No siento el corazón" me dijiste (y yo deje de sentir el mío)
"Quédate conmigo" me pediste.Alguna vez me dijiste que tenías miedo, y tuve que disimular el nudo en la garganta, cuando estaba arrodillada empujando un émbolo y dando indicaciones tratando de no perder la cordura, la mesura ni la tranquilidad.
Después nos reímos fuerte porque se zafó la jeringa y mojé toda la pared.
Tu papá gestaba un orzuelo en el ojo derecho que parecía querer tomar vida. Podríamos haberlo bautizado, pero se curó a tiempo.
Otro día, te dije que esto no era culpa tuya y que, aunque no lo creyeras, faltaba poco. Y quizás podías volver a tu casa unos días al menos. Un asado en La Pampa.
Otros días, cuando la internación parecía eterna, ya estabas malhumorado y no te reías de mis chistes. Me gritabas cuando te iba a despertar o no me saludabas.
A menos que te dijera que podías comer fideos. Ahí abrías la sonrisa a pleno.
Nunca me importó tu malhumor. Solo que a veces me frustraba no poder ayudarte.

Ese día me llamaste y me pediste que me quedara.
Te quedaste dormido escuchando tu propio corazón.
Respirando tranquilo con tu papá acariciandote la cabeza.
Marcabas el ritmo de los latidos con los dedos de la mano derecha y sostenias el estetoscopio con la izquierda.
Con los ojos cerrados.
A la mañana, cuando me fui, estaban dormidos.
Enfrente alguien se disculpó por haberme respondido mal porque la desperté de madrugada.
Me reí. Le dije que tenía todo el derecho en enojarse pero que mientras hiciera falta la iba a molestar todo lo necesario para saber que estaba bien. No le gustó mucho el argumento pero sonrió.
---
Me gustaría que supieran que por ustedes mi trabajo tiene sentido.
Porque el adolescente está esperando a la novia, pues entendió que dejarse acompañar es parte del tratamiento.
Por el que está en casa por empezar las clases después de mil peripecias.
Por aquella vez que me asustaste haciéndote el dormido.
Por verte contento comiendo fideos o riéndote de alguna pavada que dije.
Incluso por los que se fueron.
Porque creo que en el fondo por vos o cualquiera de ustedes, volvería a cruzar el patio, abajo de la tormenta, una y mil veces.
----
Y ahora me toca a despedirte. No estoy enojada, simplemente el hecho de que te vayas me recuerda, no solo que hay días muy tristes en lo que hago, sino que, todo aquello que damos por sentado de la vida, puede volverse muy efímero. Puede terminar muy rápido.
Las cosas duelen, dan miedo, frustran, inquietan, nos atraviesan con furia pero también hay otras que nos hacen bien.
---
Gracias enano por enseñarme que la felicidad puede ser un plato de fideos o un helado.Por hacerme correr o devanarme los sesos pensando, por reírte, por enseñarme y hacerme un poco mejor persona.
Podría enojarme con la sepsis, con los antibióticos, con la fisio patología en general.
Pero mejor me quedo para toda la vida con tu manito marcando el ritmo de tu corazón y tu carita con ese plato de fideos.
Te quedaste con un pedazo de mi corazón, para siempre.
Buen viaje.