viernes, 12 de julio de 2024

- semana -

Algunas cosas se cuentan en semanas. 

Suelo acordarme de las cosas, las despedidas o los eventos importantes en relación a la semana en la que ocurrió.

Llevo una semana de poco sueño.

De salidas tarde.

De dibujos y heridas en la piel que cicatrizan de a poco.

De un frío que me obliga a usar guantes.


Tengo una semana que no es más que una seguidilla de emociones encontradas.


Una semana más y 6 fotos...


Hace una semana encontré la palabra que define lo que pasó.

Creo que era "arrasada".

Una especie de sensación de vacío, un desierto, sol abrasador, tierra seca y piel tirante.

Pastos ralos. Secos. Opacos. Árboles escasos. Pelados. Caquécticos.

Dispersos en el espacio sin chance alguna de tocarse entre ellos.


O un desierto de pasto verde con escarcha en el piso, crujidos de hielo y madrugadas de cañerías congeladas. Aliento helado. La punta de la nariz…


No tengo mayores expectativas de lo que viene.

Imagino desazón, dolor, enojo, frustración. Fantasmas reviviendo, dinosaurios en la calle. Titulares irracionales. Frases gancheras cargadas de odio. Futuros aniquilados por una, dos o mil generaciones.


Arrasada por dentro y por fuera.

Se me mezclan el afuera y el adentro. 


Se confunden un paisaje, un atardecer, un fuego, tres espíritus del hollín, un mapache con un puntero que me juzga por mirarlo desencajada.


Se me cruza su cara, el desierto y el hielo.

Otras caras, otros desiertos y otros hielos.


A esto me refería amiga, cuando te dije que “arrasada” me describe a la perfección.

 

miércoles, 26 de junio de 2024

imagen sin título

 Me desperté pensando en la playa. En el frio que hacía esos días. El ruido de las olas, las piedras resbalosas, los riesgos de caída y la arena arruinando el lente de la cámara.

“No hay que llevar la cámara analógica en la playa", pensé a la vuelta.

Me acuerdo que me dolían las orejas, que tenía arena en las zapatillas nuevas, ahora destrozadas. que quería volver al hotel a dormir, a tirarme en el sillón y escuchar el silencio.

La autorreferencia en la soledad es inevitable, o no. Son las fechas que se acercan y las que pasaron. 


El sábado a la noche, me asaltaron algunos fantasmas. Quise espantarlos -de todas las formas posibles- y sin embargo, te escribí. 

Te dije lo q quería saber como estabas, que sabia que no querías saber de mí.

El amor que te tengo siempre te puso primero a vos, siempre me dejé  a mi en segundo plano. Esta vez no iba a ser la excepción.

Me dijiste q estabas mejor y me pediste perdón por todo.

Otra vez, pedís perdón. No se si pedís perdón por quererme, por no quererme o por como te portaste.

De alguna forma crees que pedir perdón resuelve en algo todo lo que pasó.

Supongo que es como te manejas en la vida en general.


Te dije que, pese a todo, el amor que te tengo sigue indemne. Estúpidamente indemne. Abollado, golpeado. Y casi avergonzado de seguir ahí. Pero indemne.

Pese a todo lo que hiciste, dijiste o callaste.

El amor a veces es testarudo. Terco. 

Tu respuesta fue seca. Breve. Dolorosa. Sin una sola fisura.

“Perdón por todo”


sábado, 22 de junio de 2024

4 estaciones

 Empieza el invierno y por vez un millón no estás. 

Nunca llegamos a empezar un verano. 

No nos hablamos en los otoños.

En invierno te gusta negarnos como si fuera una salida de este esquema tóxico que tenemos.

Y entonces llega la primavera, que nos renueva las ganas de jugar a querernos mientras terminamos de lastimarnos porque no aprendemos. 

Hay un meme que nunca reenvié, que se que te hubiera gustado, un video de un mono bebé que te hubiera dado ternura que nunca viste, una cerveza que no vamos a tomar.

Y así de la nada, aparece un poema que nunca te voy a mandar. Y no puedo dejar de leer.

Supongo que llegó el invierno y me toca volver a extrañarte.

                                             


jueves, 28 de marzo de 2024

Nosotras y el hielo

Siempre me olvido, las despedidas son largas...pero con vos es peor.
No hay nada entre nosotras que sea fácil. O no hubo, quizás es hora de cambiar el tiempo verbal, referirme a vos en pasado. A nosotras en tiempo pasado o a ese intento de ... A veces me pregunto si él “nosotras” no está de más. ¿Realmente fue algo? Acaso...¿fuimos? Es increíble como podés generar dudas, incluso no estando.


En el proceso de aceptar que las cosas terminan, llevo varios altibajos aunque reconozco que he notado algunos avances.
La eventualidad del encuentro ya no se traduce en momentos de temblor en la voz o rosa en las mejillas, de sonrisas incómodas, de cambios en tus facciones.

Ahora se parece más a visitar un lugar en pleno invierno en cercanías del círculo polar, donde el frío me cala los huesos. El piso está resbaloso, el viento me lastima la cara. Si te tocara las manos seguramente estarían heladas.

Que me mires es como caerse sobre el hielo. Duele la caída y duele eternamente los días subsiguientes. A toda hora parece que nunca va a dejar de doler.

El horizonte es espeluznante. Me arde el cuerpo. 



El silencio es aplastante, quizás interfiere algún susurro, la solemnidad sólo se interrumpe ante alguna respuesta seca, a veces un gruñido con el que mostras tu desaprobación.

Verte es cortarse un dedo con el filo de la hoja que estás leyendo.

Golpearse el dedo chiquito del pie con la pata de la cama.


Siento que de a poco desapareces, te vas consumiendo como un fuego que se apaga y las cenizas humean. No te reís, no levantas las cejas. Tu intervenciones son parcas. Te envuelve un aire gris.

Sé que me odias, probablemente con todo tu ser. 


De repente extrañarte es un tropiezo, un raspon en la rodilla que cura un poco más rápido. Deja una marca si, pero ya no me deja rota en mil pedazos.


sábado, 9 de marzo de 2024

Párrafo

Ayer empecé a escribirte. Había redactado un párrafo, había quedado hermoso.

No había ni recelo, ni odio.
Casi que había logrado erradicar la angustia.
Pero sinceramente el cansancio me ganó antes de que pueda pasarlo al papel (o al teclado, si te parece más exacto)
No me acuerdo que decía, se borró por completo, solo me quedó la sensación de que, de haberlo escrito, seguramente sería una obra de arte.

La imaginación y la ilusión, al poder.

Últimamente mi vida se maneja por expectativas a corto plazo.

No llorar cada vez que te pienso.
No escribirte.
No enojarme conmigo por extrañarte.

Entender que cada día es un día más de duelar tu ausencia. Un día más de entender que las cosas tienen un final.
Darme tiempo, curar algunas heridas.

Sobrevivir, reírme y vivir.
Y que verte no tiene porque destruirme. 

Porque "verte" nunca va a ser un romperme y volver a empezar, podra ser un tropezón pero ya no una caida. Aunque lleve tiempo algún día dejará de doler tanto.

Mientras tanto me abrazo a mis amigas.
Ocupo los minutos libres.
Desarmo los pensamientos que me llevan a un mar de culpa.
Voy desdibujando el recuerdo de tu presencia, la sonrisa que me supe de punta a punta, los gestos y las sutiles muecas que me aprendí.

Intento quererte un poco menos.

Un día a la vez.

lunes, 4 de marzo de 2024

Fin

Nunca vamos a festejar un cumpleaños juntas, ni a festejar un cumplemes.

Tampoco vamos a volver a caminar agarradas de la mano.


Nunca me voy a despertar al lado tuyo.


Supongo que no tenía que suceder

Aunque sigo sin poder creer lo poco que duro.


Somos dos gotas de agua y entre nosotras un océano. Podríamos estar una al lado de la otra y nunca estaríamos juntas.


Supongo que las cosas así tenían que ser. Que se trata de seguir adelante.

Aunque ahora sienta que me rompo en un millón de pedazos.


Si, suena muy dramático. Terrible. Catastrófico. Exagerado. Excesivo.


Pero nadie que lea esto está sintiendo lo que yo siento en este momento.

Quizás mañana mute, se modifique, pero mientras tanto, me sigue doliendo cada minuto.


Tengo, por mi propio bien, que deshacerme de esto de una vez por todas. Así como un día te creí que no me querías, que no sentías nada, que te habías equivocado. Me toca ahora entender q decidiste que tu vida sigue sin mi, que no hay lugar al lado tuyo. Que ya nos lastimamos, me lastimaste y te lastimaste demasiado.

No hay amor entre nosotras. No puede haberlo. Nada de lo que un día fue recíproco ya lo es. 


Se convirtió en algo unilateral. Doloroso. Agónico. Que pincha en cada respiración profunda. Que me ahoga en cada intento de recobrar el aliento.








 








sábado, 2 de marzo de 2024

Despedida y fideos

La última foto es de la última vez que nos vimos, o quizás no, la exactitud ya no importa.

Me llamaste con la mano.
"No siento el corazón" me dijiste (y yo deje de sentir el mío)
"Quédate conmigo" me pediste.

Alguna vez me dijiste que tenías miedo, y tuve que disimular el nudo en la garganta, cuando estaba arrodillada empujando un émbolo y dando indicaciones tratando de no perder la cordura, la mesura ni la tranquilidad.
Después nos reímos fuerte porque se zafó la jeringa y mojé toda la pared.

Tu papá gestaba un orzuelo en el ojo derecho que parecía querer tomar vida. Podríamos haberlo bautizado, pero se curó a tiempo.



Otro día, te dije que esto no era culpa tuya y que, aunque no lo creyeras, faltaba poco. Y quizás podías volver a tu casa unos días al menos. Un asado en La Pampa.

Otros días, cuando la internación parecía eterna, ya estabas malhumorado y no te reías de mis chistes. Me gritabas cuando te iba a despertar o no me saludabas.
A menos que te dijera que podías comer fideos. Ahí abrías la sonrisa a pleno.

Nunca me importó tu malhumor. Solo que a veces me frustraba no poder ayudarte.

Ese día me llamaste y me pediste que me quedara.
Te quedaste dormido escuchando tu propio corazón.
Respirando tranquilo con tu papá  acariciandote la cabeza.
Marcabas el ritmo de los latidos con los dedos de la mano derecha y sostenias el estetoscopio con la  izquierda.
Con los ojos cerrados.

A la mañana, cuando me fui, estaban dormidos.


Enfrente alguien se disculpó por haberme respondido mal porque la desperté de madrugada.
Me reí. Le dije que tenía todo el derecho en enojarse pero que mientras hiciera falta la iba a molestar todo lo necesario para saber que estaba bien. No le gustó mucho el argumento pero sonrió.
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Me gustaría que supieran que por ustedes mi trabajo tiene sentido.

Porque el adolescente está esperando a la novia, pues entendió que dejarse acompañar es parte del tratamiento.
Por el que está en casa por empezar las clases después de mil peripecias.

Por aquella vez que me asustaste haciéndote el dormido.

Por verte contento comiendo fideos o riéndote de alguna pavada que dije.

Incluso por los que se fueron.

Porque creo que en el fondo por vos o cualquiera de ustedes, volvería a cruzar el patio, abajo de la tormenta, una y mil veces.

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Y ahora me toca a despedirte. No estoy enojada, simplemente el hecho de que te vayas me recuerda, no solo que hay días muy tristes en lo que hago, sino que, todo aquello que damos por sentado de la vida, puede volverse muy efímero. Puede terminar muy rápido.

Las cosas duelen, dan miedo, frustran, inquietan, nos atraviesan con furia pero también hay otras que nos hacen bien.

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Gracias enano por enseñarme que la felicidad puede ser un plato de fideos o un helado.

Por hacerme correr o devanarme los sesos pensando, por reírte, por enseñarme y hacerme un poco mejor persona.

Podría enojarme con la sepsis, con los antibióticos, con la fisio patología en general.

Pero mejor me quedo para toda la vida con tu manito marcando el ritmo de tu corazón y tu carita con ese plato de fideos.

Te quedaste con un pedazo de mi corazón, para siempre.

Buen viaje.