jueves, 28 de mayo de 2009

La pucha.

Era la misma ciudad, a mí no me jodan. Eran los mismos paisajes, la misma gente, la misma noche, el mismo día. Sobre todo eso, el mismo día; miro el almanaque: “16 de abril”. Era el mismo día pero veinte años después.
Supongo que, quizás, no era todo tan igual. Autos más modernos, edificios más altos, calles más asfaltadas. Obviamente que no estaba todo igual.
Pero para mí, si. Recorrí la superficie de la mesa con mis dedos, buscando un recuerdo en la textura. Lo hice más por demanda literaria y televisiva que por “motus propio”. Por alguna razón en las películas siempre hacen cosas como esas, pasar un dedo sobre un estante cubierto de polvo y dejar una marca, como sí eso no pudiese hacerlo también con el polvo que se acumula en una repisa de casa que hace mucho no limpio.
Así que lo hice, domesticada por la televisión como estoy lo hice. También me tomé el trabajo de soplar el polvo de la punta de mi dedo y vi llover brillantina cuando por mi soplido el polvo se disoció en mil partículas y comenzó a destellar al atravesar un rayo de sol que se colaba por una mugrienta ventana. ¡Y por supuesto que lo vi con cara de emoción y orgullo como la televisión me había enseñado!: lo había logrado, ya era como ellos, era Solita en su escena de esplendor.
La razón que me llevaba a ese lugar veinte años después no era demasiado cálida, un amigo de la familia había muerto y alguien debía limpiar ese agujero para que la familia pudiera llorar al difunto sin ser devorado por una pelusa en el intento.
-Padre ausente, mujeriego y marido golpeador. Si, es genial para una necrológica en el diario- murmuré en la casa vacía.
Me habían mandado a mí a coordinar la limpieza de la casa. Una mole de cien años en pleno campo en Olavarría. Un caserón inmenso que se levantaba entre hectáreas y hectáreas verdes y amarillas.
Importante productor agropecuario Argentino había sido el primero en plantar girasol en tierra de trigo. Había generado un imperio que contaba, ahora, con una de las más importantes marcas de aceite del país como cliente estrella.
-La pucha- dije en voz alta, al pensar en eso me reí. Me reí porque me pareció el lugar mas indicado para reírme del difunto. Ese viejo cascarrabias que lo único que supo hacer durante los diez años que fui con mis viejos a su campo a pasar el fin de semana fue mirarme el culo.
-Hasta logró que estuviese en la pileta en bermudas- otra vez hablé en voz alta.
Si, ahora era gracioso. Ahora que al viejo lo había venido a buscar el remis de la parca, todo era un recuerdo con sonrisas. Se había infartado estando solo en medio de la nada, mientras recorría sus campos.
-Linda forma de morir. SOLO – siempre en voz alta.
Recorrí los pasillos y cada habitación. Tenía que ver que no hubiese ninguna sorpresa para la limpieza.
-Quizás el abuelo dejo algún tesoro escondido y no queremos que los de limpieza se lo lleven- dije burlonamente.
Para aumentar mi molestia, tenía que buscar una habitación que se encontrara habitable o volverla habitable para pasar la noche. Si. Tenía que pasar la noche en un lugar que no conocía, de un viejo al que no apreciaba y que ya estaba tocando el arpa junto a tanto otros.
-Bueno, esto es casi habitable-dije al ver una de las habitaciones.
Una gran habitación con una cama enorme en el centro del cuarto. Y frente de ella un ropero.
-Igual que en Narnia- me reí, no pude evitarlo.
Cambié las sábanas y recorrí la habitación con la vista.
-Viejo miserable- pensé- ni siquiera podías pagarle a alguien para mantener este piso visitable.
La casa tenía dos pisos; la planta baja, que estaba en perfecto estado de conservación, y la planta alta donde el viejo no subía porque decía que se agitaba en la escalera.
Y yo ahí, en esa maraña de mugre.
-La pucha- repetí.
Bajé a comer, la última de las empleadas en abandonar para siempre la mole me había dejado algo en la cocina. Poca hambre tenía, esa casa siempre me había causado eso. Revise que estuviera todo cerrado y me metí en la cama.
Estaba en ese limbo que es el estar despierto pero muy dormido y algo golpeó contra algo y desconsideradamente me despertó.
Presté atención y entendí que algo golpeaba desde adentro del ropero.
Me levante y le abrí.
Un algo traslucido salió de ahí.
-Argentino, para servirle-dijo la imagen espectral y me tendió la mano.
-Eh, ¿hola?
-Me gustaría saber que hace usted aquí.
-Lo mismo me pregunto yo, sobre usted- nunca fui cortés, lo admito. Menos con los fantasmas que me despiertan a plena noche en un caserón deshabitado
Me miró con cara de horror y desapareció. Lentamente volví a la cama.

El agua de la pileta estaba helada, las bermudas me ajustaban, quería volver a casa. Estaba parada en el borde y vi al viejo pasar al lado mío y mirarme, vi el brillo en los ojos. Y contra todo lo que él esperaba:
-Disculpe, ¿busca algo en mi espalda que no pueda encontrar en su casa?
Me miró ofendido.
Al día siguiente recibí una reprimenda, flor de reprimenda.
Y me reí. Y la reprimenda fue peor. Y casi me cruzan la cara de un bife.
Y me seguí riendo. Y lo miré al viejo y me reí.
Y logré lo que quería. Nunca más volver.
Hasta hoy.

-La pucha- dije en voz alta, al pensar en eso me reí. Me reí porque me pareció el lugar mas indicado para reírme del difunto.

1 comentario:

  1. Qué personaje más misterioso y sombrío me resultás. ¿Qué tal?

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