miércoles, 3 de junio de 2009

La procesión va por dentro.

"Me llevo el charro, me llevo la guitarra
Me llevo la botella pero no me la llevo a ella..."
(La música suena en el aire, casi susurrada)

El dolor, a veces, cede con el paso del tiempo, las heridas cierran y uno puede enfriarse y relajarse y eso, pensar mejor. Ese no parecía ser el caso, cada día se aseguraba más y más que estaba enojada, con él y con ella también. Más con ella, porque por alguna razón ya no podía sentirse victima, solo victimario. Se vuelve difícil a veces hablar de la procesión que a uno le cruza la cabeza y la entraña. Implica ponerse frente a frente con eso que uno viene negando o evadiendo o que no ve. El simple hecho de que probablemente la situación no es la que uno creía. El tiempo pasó, las personas no eran las adecuadas, la escenografía no combinaba o las zapatillas verdes con el chupín violeta quedaban como el carajo, cada uno explíqueselo a si mismo como quiera.

Y a ella ahora le duele, le duele que le cueste, le duele ser tan racional. Le duele toda la emoción posible. Duele la mente retorcida y la emoción pensada; no poder decir en palabras como es el último adiós a ese muerto.
Yo sé, y ella lo sabe también, que en algún momento va a poder reírse, con ella, de ella, y de otros. Sabe, y yo se lo repito, que al principio cuesta. Cuesta tanto como aprender a soportar el dolor de rodilla por un raspón cuando sos chico. En esa época no llorar por una frutillita en la rodilla era casi ser grande, ahora volver a reírse es casi como ser grande también, pero más interno más profundo más abstracto, más demente incluso.
Y así uno va pasando el tiempo y de una manera u otro logra reensamblar esa especie de rompecabezas que es todo.
Así que será cuestión de agarrar la botella por el cuello y colgarse la guitarra e irse de mochilero por algún laberinto interno. Y doblar en cada recodo prestando atención para levantar del piso una pieza del desastre y empezar a rearmar, despacio, pero sin dejar de mirar alrededor. O te van a llevar puesto.

Cuando levantó la cabeza de los brazos y miró alrededor se percató de que se había dormido en la mesa, vio el libro adelante.
-La pucha- pispeó de cote la PC. No le molesto ver que no había cartel naranja titilando- y bue, será que se acabó.
Se preparó un café. Tenía que despertarse o eso no iba a arrancar.
-¿Quién habrá sido el demente al que se le ocurrió sentar como ley nacional que el café te despierta?-masculló- la pucha che.


Desperezada, se acercó a la PC, eliminó al salame y subió el volumen, la música llenó el aire.

Un ritmo de charango la inundó:

(…) “Me llevo el charro, me llevo la guitarra
Me llevo la botella pero no me la llevo a ella”(…)

Pasó la canción antes de que empezara. Kevin y su vozarrón hablaron de nuevo:

(…)”Las cosas no andaban bien, nada me salía,
mi vida era un túnel sin salida, pero...

Desde que te perdí se están enamorando todas de mí
y hasta algunas me quieren convencer
que con ellas podría ser feliz.”(…)

La ironía alegra la vida. Por lo menos la mía.

Estoy buscando llegar al último capítulo de esto.

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