Lo que pasa Valentín es que vos no entendés nada.
No entendés mi manera de mirar, mi manera de hablarte, de esperarte.
No entendés mi cadencia al irme, ni al tararear.
No entendés lo mucho que te extraño Valentín.
La falta que me hacés.
Lo mucho que extraño verme reflejada en tus ojos.
Me cansé de tu miedo, de tu hipocresía.
De vender mi alma al mejor postor para verte sonreír.
Me cansé de que no puedas darme nada a cambio.
De que ni siquiera te esmeres por darme algo.
No va más la boluda que te hace la segunda en días oscuros.
Ya no tengo guardado para vos ese abrazo necesario ni la palabra justa.
Ya no puedo.
No puedo seguir deseándote así, esperando predecir tu próximo movimiento.
Ya no puedo seguir en la interminable espera de que te desvivas por un beso mío, por una caricia, por un estar cerca. Intensamente cerca. Interminablemente cerca.
No hay ya deseos que involucren a mi piel. Ya no me arde la piel cuando te pienso. Ni cuando te espero.
No puedo seguir esperando que te desvivas por mí, por más maravillosamente perfecto que seas. Por más hermoso, dulce y enternecedor seas.
Te ganó el miedo, incluso para decir que no querías nada. Y ser coherente con eso.
Te ganó el orgullo porque ni siquiera pudiste hacerme a un lado. Permaneciste ahí, usándome. Me quedé estancada ahí, dejándome usar, Valentín.
Sigo acá escribiéndote. Buscando sacarte de la piel. De la mente. De la fantasía de los besos y las cosas que nunca fueron.
Busco arrancarte del pecho y de la cabeza.
Me cuesta Valentín. Me cuesta horrores.
Me cuesta que no seas nada de todo eso.
Me cuesta haberme equivocado de nuevo.
Otra vez.
Me cuesta ver el futuro nítido y brillante.
Pero no puedo más que dejarte atrás y seguir.
Seguir buscando donde, alguien, pueda, al menos, corresponder a la palabra justa en el momento justo.
Chau Valentín. Chau hermosura. Me voy a buscar aire fresco. Aire nuevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario